El argumento libertario a favor de la vacuna obligatoria
Por Amaury A. Reyes-Torres
El liberalismo libertario concibe a la libertad individual como un supremo valor. En tal virtud, la filosofía libertaria se inclina hacia la voluntad del individuo de lograr sus propios planes o deseos, así como para cuidarse. Por ello el Estado y su intervención, muy cercano a la filosofía anarquista, no tienen la plena confianza del individuo, pues este considera la legitimidad del Estado como cuestionable para intervenir en la persona, su cuerpo y las decisiones que adopta, no solo respecto a si mismo, sino también respecto a su propiedad.
En este esquema, no entraré a criticar las fallas del liberalismo libertario (que las tiene), sino determinar si en el contexto actual del COVID-19 ¿puede el libertarismo ser una barrera absoluta frente a los mandatos de vacunación u otros mandatos de salud pública? Aunque el libertarismo critica ciertas instancias del mal llamado “colectivismo”, cuando se trata de situaciones sistémicas e indiscriminadas, como el mandato a la vacunación, puede aceptar que existan buenas razones para su materialización sin que eso suponga una violación a los derechos individuales.
Primero, el libertarismo, entendido en su puridad, persigue la reducción de la partición del Estado o gobierno, excepto en aquellos bienes públicos necesarios. Entendiendo como; dígase, los indispensables o aquellos que son necesarios para la propiedad efectiva de mis derechos individuales o “libertad absoluta” que procuro. Dentro de estos bienes públicos para la promoción de la propia libertad están la salud pública y las medidas contra epidemias y contra enfermedades peligrosas (Samuel Freeman, 2018: 115).
Segundo, ante problemas de dificultad moral grande, donde los principios básicos del libertarismo no parecen dar una respuesta clara, existe una ponderación utilitarista. En efecto, la persona libertaria debe preguntarse sobre el costo-beneficio de la problemática existente y lo que debe tomarse en cuenta (Levy, 2021)
- ¿Tenemos disponibilidad de información sobre las vacunas? Por ahora hay bastante información al respecto, incluso sobre la efectividad, sobre todo para miembros del sistema de salud.
- ¿La información es transparente? HayEs fácilmente accesible acceder a estudios fácilmente accesibles y de hecho ya hay protocolos para uno iniciar estudios propios para determinar la efectividad de las vacunas.
- ¿Es importante la información? Sí, porque permite saber su aplicación, quiénes están incluidos y excluidos, y qué hay que hacer en casos de efectos secundarios y re-contagios sin hospitalización.
- ¿Hasta qué punto habrá o no coerción en la exigencia del cumplimiento de la obligación? No existe, en sentido general, coerción corporal ni chantaje psicológico, sino empujoncitos (nudges) de acceso a los medios para poder desarrollar los planes de cada quien.
No está del todo claro cómo las vacunas no representan un acto beneficio respecto a sus costos. Todo parece indicar que existe un consenso de que la mejor vacuna es la que hay y las que existen son buenas, pues reducen las posibilidades de la hospitalización por COVID-19 es la hospitalización y las vacunas ayudan a reducir las posibilidades de que esto ocurra. En consecuencia, la persona libertaria tendrá suficiente información de los beneficios para procurar la vacunación.
Tercero, a esto se suma un valor pro libertad -principio de clean hands o de manos limpias-, es decir, la prohibición de que el ejercicio de la libertad se una al concurso de voluntades con la intención de provocar daños (Brennan, 2016). Si se es pro libertad no hay opción en inclinarse a favor de la vacunación y de las medidas que la promueven, pero ¿por qué existe una obligación a ello? La razón es el elemento colectivo de la libertad en el sentido libertario y es que, si bien como libertario no tengo ninguna obligación hacia lo común, mi obligación reside en la imposición abusiva sobre otros y el daño generado en otros (Brennan, 2016: 3-4). Esto es razón suficiente para que el libertarismo apoye el mandato de vacunación y, a su vez, las medidas vinculadas a estas. Sobre todo, que, si la idea es evitar las cargas indebidas del Estado contra la libertad, con mucha mayor razón hay que oponerse a las cargas o daños indebidos que provoca un ser humano a otros sin su consentimiento.
Cuarto, existe otro principio del liberalismo libertario que da suficientes razones para justificar la obligatoriedad de la vacuna: el de suficiencia individual. Este alude a que, si la acción u omisión del individuo es suficiente para causar daño entonces existe una obligación en el individual de no realizar el acto, como de no incurrir en omisión (Blunden, 2018). Procurar este elemento reflexivo sería poner el foco en el sujeto mismo que tomará la decisión, sobre todo si la inmunidad de grupo no pueda alcanzarse o no sea suficiente ante posibles variantes.
Quinto, se suele confundir la prescripción o mandato con la coerción. La coerción es parte importante de la norma, más no condición necesaria. Pueden existir mandatos que tengan consecuencias jurídicas y otros, muy pocos, que requieren cierto nivel de coerción. Este no es el caso. No podemos olvidar algo importante y es que, libertario o no, hay consecuencias; con cada elección habrá consecuencias y deben ser asumidas si suponen crear un daño al otro. Las actividades no coercitivas pero que procuran la efectividad del mandato serán persuasivas para la persona libertaria, de lo contrario, el no dañarás libertario carecería de sentido.
Sexto, es importante tener claro que desde la óptica libertaria existe el mandato de ayuda ar otros y si esto provoca o no una carga violatoria a mis derechos. Cierto, hay un mandato para ayudar a otros, pero esto no significa que nadie tendría una ventaja sobre mí ni poner mi cuerpo al servicio de otros; de hecho, mis propias metas podrían realizarse por el solo acto de constreñimiento: en otras palabras, el mandato no recae sobre mis fines de lo que es el significado de mi vida y mi voluntad sino sobre los medios que utilizo para llegar a ellos (Sarah Conly, 2018: 433).
Séptimo, los libertarios no están en igualdad de condiciones en relación con otros libertarios; esta es una de las críticas que, particularmente yo, se le realizan al liberalismo libertario. Por un minuto, evitemos la inerte discusión de cuál es el grado de igualdad permisible por los libertarios. Ahora, si el libertarismo es una visión del otro en igual condición y respeto, implicaría – presumiblemente – que el otro tiene buenas razones para obedecer el mandato estatal y no por ello pierde su status o renuncia a libertad.
Es decir, si tengo la autonomía o la soberanía necesaria de llevar a cabo mi vida conforme a mis planes y deseos, ¿tengo derecho de influir en los planes y deseos de otros? El significado de la vida que cada persona tiene para moldearla en ocasión del plan que cada quien tiene para sí mismo, pero no implica la posibilidad de que pueda moldearlos para otros (Nozick, 1974, 49-50). De lo contrario admitiríamos que el significado de la vida que tengo está sujeto a la condición de otro. Aceptar la posibilidad de que la libertad no provoque daños a terceros es propio de un sentido amplísimo y estricto del liberalismo, así como del liberalismo libertario.
Por ello que, en casos de salud o epidemias, por ejemplo, un grado de paternalismo es permitido, es decir, un paternalismo que suponga la protección de la libertad al proteger a otros (Cfr. Hayek). Así, el dueño del local, asumiendo que persigue o no una cierta idea del libertarismo, adoptará las políticas necesarias para la efectividad del mandato de las vacunas para evitar afectarse a sí mismo y a otros en el curso de sus actividades y así quedar con las manos limpias.
Por último, el paternalismo libertario es una aproximación metodológica del libertarismo que permite tener algunas garantías de que ciertas medidas no se excedan del mínimo tolerable. En su escrito, Thaler y Sustain (2003) son de la opinión de que el liberalismo libertario se basa en los siguientes aspectos, a saber: la aproximación más transparente posible; la aproximación que haría que la gente divulgue sus elecciones; y minimizar la cantidad de “bajas” de las medidas implementadas. Mientras más transparentes y explícitas puedan ser las opciones de la gente, se justifica una especie de paternalismo a favor de sí y de otros. Como darse de baja de la vacuna no es tanto una opción ante la permanencia del virus es posible que el análisis costo-beneficio permita a la persona libertaria inclinarse por la vacuna y presentar, por qué no, su tarjeta de vacunación.
Sea o no el Estado, todo esto iba pasar. ¿La diferencia? Que si no hubiese sido el Estado otro asumiría su rol, quizá con motivaciones distintas y ajenas a prevenir el daño. La salud pública es algo que va más allá del individualismo de personas ajenas a nuestras decisiones personales. Más que todo, pienso que se debe procurar el grado de buena fe con el que el Estado ponga en curso estas medidas, siempre bajo los dispositivos de control para evitar la discriminación, la arbitrariedad y la falta de sanidad en materia de salud. Esto permite que cada uno persiga su significado de vida o no interferir en la búsqueda del otro.
Al ser esto así, siguiendo lo anterior, la pregunta sería ¿Cuál es la mejor forma de maximizar mi libertad? No me considero libertario, pero, el mensaje es el mismo a lo largo y ancho del liberalismo: recuerda que la “libertad” no es posible si supone dañar a otro.